Prisas, carreras para llegar a
clase, semáforos en rojo que hacen que nos desesperemos, minutos que se nos
hacen interminables. Estamos constantemente en un movimiento frenético, en un
bucle interminable de prisas y maratones por la ciudad.
Somos impacientes. Por
naturaleza, porque sí. Porque nos gusta saber si hay algo a la primera de
cambio, porque no nos gusta que las cosas lleven su tiempo, porque lo queremos
todo y lo queremos ya. Porque el todo o nada pasa a ser un ahora o nunca.
Porque el “mañana hablamos” deja de tener sentido cuando no es un “ahora”.
Porque tenemos prisa. Vivimos con prisa. No sabemos esperar. No tenemos en
cuenta que las mejores cosas pasan cuando sabemos relajarnos y mantener la
calma, cuando las cosas se toman su tiempo para que ocurran, cuando no es un “aquí
te pillo, aquí te mato”. Porque no nos damos cuenta de que el mundo no se hizo
en un día, de que puede que un Ford se haga en 13 horas, pero un Rolls-Royce
necesite 6 meses, de que la vida es de los que saben esperar.
Pero esperar no significa no
hacer nada, significa vivir con paciencia pero vivir. Significa salir de tu
casa con una sonrisa enorme con el único propósito de comerte el mundo,
significa pensar en positivo constantemente, significa ser feliz con lo que
haces y no depender de nadie. Porque la vida no es de la suerte, ni siquiera de la buena suerte. La vida es de las oportunidades y de nuestra elección. Todo es una cuestión de tiempo. Porque al final todo llega cuando tiene que llegar.
Puede que te equivoques
en muchas decisiones que tomes en tu vida, puede que pienses que son las
correctas en un principio pero más adelante te despiertas y te das cuenta de
que no. Pero equivocarse es de humanos y rectificar es de sabios. Lo mejor de
los errores no es el hecho de equivocarse y ser capaz de rectificar. Lo mejor
es sacar todo lo bueno de ellos, lo que te han enseñado, las nuevas amistades,
los nuevos sentimientos, los nuevos pensamientos. Es saber que el hecho de
equivocarse no conlleva a fracasar, es saber que vivir sin prisa no significa
vivir sin pausa, es saber que puede haber piedras en tu camino con las que te
encante tropezar. Pero en algún momento tendrás que superarlas. En algún
momento tendrás que tirarlas al mar.
No puede ser que nuestro pasado
sea un lastre. Tiene que ser una lección de vida, un posible error cometido a
sabiendas y del que no te arrepientes. Porque arrepentirse de las cosas
insignificantes no te deja ver con claridad lo que de verdad importa. Porque
tienes que darte cuenta de que siempre va a haber gente que esté ahí, sabiendo
quién eres. Porque llega un momento en la vida en el que pones las cosas en una
balanza y decides tirar ciertas cosas desde un séptimo piso para que nunca más
vuelva a pesarte. Tíralas. Pero nunca olvides por qué las tiraste. Nunca
olvides por qué te pesaban tanto.
Párate a pensar en esas personas
que te ayudaron a tirar esas cosas por la ventana, piensa en cada palabra, en
cada gesto, en cada mirada. Piensa en las sonrisas, en el apoyo y en la lección
que has aprendido. Recuerda que nunca es tarde para sonreír teniendo a gente
que te ayuda a soltar el lastre que te sobra. Porque no somos tu y yo la
energía que mueve el mundo, no. No somos nosotros. Pero si ellas, esas amigas
que están incondicionalmente a tu lado, fallo tras fallo, error tras error,
lágrima tras lágrima. Ellas sí son la verdadera energía que mueve el mundo.
" Everything will be all right in the end... if it's not all right then it's not yet the end"
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