domingo, 15 de junio de 2014

Contraataque

Al final todos somos iguales”. Esta frase se escucha constantemente en ascensores, bares, discotecas y cafés que albergan a amigas del alma reunidas comentando su excitante noche. Nos creemos que por respirar o caminar los hombres y mujeres somos similares. Nos creemos que podemos llegar a sentir lo mismo, que podemos llegar a necesitar lo mismo. Nos creemos que ambos queremos un “felices para siempre”. Pero, ¿es eso cierto o solo nos estamos engañando permanentemente?


 Está claro que hay muchos tipos de hombres, también de mujeres. Pero en definitiva todos se comportan en base a unos patrones. El primero, en el ámbito de la conquista: nos encantan las famosas “una de cal y otra de arena”. Sí, eso lo sabemos todos. Cuánto más encima estemos de un hombre, cuanto más le busquemos, cuánto más sienta que nos interesa, más se alejará de nosotras, más nos llamará única y exclusivamente cuando se aburra y más nos verá como un mero disfrute personal. De igual forma pasa con las mujeres. Si continuamente un hombre está detrás de su conquista, ésta acabará hartándose y agobiándose. Ahora bien, la teoría nos la sabemos, pero ¿y la práctica?


 ¿Significa que si un hombre o mujer no te habla al día siguiente ya no le interesas? ¿Significa que la famosa regla de los tres días (si no te habla tres días después de vuestro “encuentro”, olvídate, pasa de ti) es verídica? ¿Y si nos tiran demasiada arena en los ojos? Y otra gran pregunta, ¿sabemos cuándo tenemos que parar? Bien, pues no tengo ni idea de las respuestas. Hay gente que para justificarse diría: “eso nadie lo sabe porque cada persona es un mundo completamente diferente al anterior”. Claro, y como mundos diferentes que somos queremos conocer su mundo particular, ¿no?


 Pues no. Quiero decir, puede que os enamoréis tanto que hasta queráis compartir los espaguetis, las noches de tele o la almohada. Pero puede que hasta llegar a eso tengas que pasar por un duro proceso que irá haciendo que pierdas tu fe ciega en los amores de cuentos de hadas, en el príncipe que justo tiene la talla de tu zapato y que te da un beso que te salva de la muerte. En ese proceso debemos tener en cuenta, por norma general, que todos nos basamos en el mismo patrón: queremos conquistar y sentirnos conquistados. Cada uno a su nivel, cada uno sabe de lo que hablo.


 Pero llega una cierta edad en la que se necesita ir madurando, un poquito al menos. A algunas personas les llega, a otros parece que nunca les va a llegar. La duda que les asaltará a muchos  es si continuar o no, si seguir luchando en un campo de batalla continuo en el que no se sabe hacia dónde hay que disparar, si tomar una decisión u otra, si subir en ascensor cuando él/ella vaya por las escaleras, si pedir el café frío cuando él/ella lo haya pedido caliente. La duda es que no sabemos si debemos contraatacar.


 Y si finalmente nos decidimos y lo hacemos, ¿hasta qué punto  podemos llegar? ¿Cuánto tiempo podemos mantener el arma en alto? Está demostrado (personalmente) que no todos sentimos lo mismo en el mismo periodo de tiempo, hay gente que ni llega a sentir, como si te atropellara un tranvía. La duda es saber si va a merecer la pena imitarle y dejar los sentimientos a un lado hasta que se decida a madurar o si deberíamos seguir como estamos, sin cambiar nada. Pero todos sabemos dos cosas: la primera, si algo quieres algo te cuesta; y la segunda, lo que fácil llega, fácil se va.


viernes, 16 de mayo de 2014

Disparos a quemarropa

Hay veces en la vida en las que nos intentamos proteger. Intentamos levantar un muro que nos salve de todas las miserias que sentimos cercanas, que nos tape la vista, que nos impida ver con claridad. Pero de lo que no nos damos cuenta es de que nos equivocamos. Si nos protegemos en dirección norte, la bala irá directa a nuestro corazón por la espalda, en dirección sur; si levantamos ese muro en dirección este, seremos atacados por el oeste, de espaldas, sin darnos cuenta. 


Pero, entonces ¿cómo debemos protegernos? La solución más práctica sería una burbuja gigante. Meternos en ella y que nada nos permitiera equivocarnos, estaríamos aislados y no tendríamos que sufrir en ningún momento por traiciones y desengaños personificados que acaban siendo el nuevo argumento para un libro de Federico Moccia. Ahora bien, la pregunta es ¿merece la pena no equivocarnos? ¿Cómo sería la vida sin equivocaciones? Sencillo, sería aburrida, monótona, sin ningún tipo de sobresalto. Y somos seres humanos, diseñados para sufrir voluntariamente. Porque claro, si todo va como la seda algo falla, nos aburrimos y a otra cosa mariposa. Si las peleas son constantes, con sus correspondientes reconciliaciones claro, y en la relación predomina una de cal y otra de arena, ahí sí, ahí nos estaremos enamorando, seremos felices pero nos seguiremos quejando. 


¿Somos masoquistas? Quizás sólo estúpidos. Nos han enseñado que lo que fácil llega fácil se va, que si algo quieres algo te cuesta, que no hay mal que por bien no venga. Nos han enseñado que el camino fácil no conduce a ningún destino perfecto, que cuantas más piedras, baches, surcos, precipicios y pistoleros haya por el camino mucho más feliz acabarás siendo. 



  ¿Merecerá la pena pasar por un calvario para conseguir aquello que queremos creer? Puede que sí. Puede también que solo nos estemos engañando a nosotros mismos. Igual lo que deberíamos hacer es dejarnos de tanto Carrie y Mr Big y empezar siendo nosotros mismos. Empezar a escuchar Vis a Vis y saber que hay que dejar por escrito que no vas a abandonar, ya sabes, para asegurarte, para no recibir un tiro, para que no te disparen por la espalda. Para saber que ni el bueno es tan bueno ni el malo es tan malo. Para dejar claro que París siempre es una buena opción, que el postureo se lleva hasta un cierto punto y que perdiendo también se gana. Que donde hay fuego no siempre quedan cenizas y que si lo bueno breve, dos veces bueno. Que más vale prevenir que curar y que también hay que aprender a retirarse a tiempo. Ya sabes, para que no te disparen y no puedas seguir, para que puedas hacer lo que siempre has querido, para que puedas sentir lo que todavía no has sentido. Para ser feliz. 


Mientras tanto seguiremos sumergidos en amores que rozan el crimen pasional, en tardes de helado contándoselo a nuestras amigas rezando para que vuelva, en respuestas que ni dicen si, ni no, ni blanco ni negro. Eso sí, felices por habernos cruzado en nuestro camino con un experto tirador.


 PD: para todos los que alguna vez han disparado a quemarropa, para todos los que han sufrido el disparo: tú no eres los errores que has cometido, tú eres cómo los has solucionado.



martes, 25 de marzo de 2014

Nada podrá cambiarte

Algún día me he parado a pensar en lo que hace el tiempo. En un año puedes ver tu vida dada completamente la vuelta; en 10 años puede que sigas igual o puede que en un minuto tu vida cambie radicalmente. 


Puede que en un abrir y cerrar de ojos ya no seas quien eres. Puede que en un segundo te des cuenta de todas las cosas, de que las historias interminables siempre tienen un final, de que los amores de verano son pasajeros y de que no puedes acabar algo que nunca empezó. Puede incluso que te des cuenta de que no existen las medias naranjas, de que los príncipes azules no vienen a caballo y de que debajo de la lluvia también se puede llorar de alegría.


 Puede que solo en un instante todo de un giro radical de 180º. Puede que seas feliz, puede que no, puede que te rías, puede que llores. Puede que te cruces a alguien especial, puede que no. Pero así somos nosotros; seres impredecibles pero calculadores, románticos pero no empalagosos, felices pero no estúpidos.


 Nos damos cuenta de las cosas. De los “sí” y de los “no” enmascarados con un “puede” o “ya veremos”. De los “luego te veo” dándonos cuenta que eso es lo que hacemos, dejarlo todo para “Luego”. De que no hacemos nada aquí y ahora. De que el aquí y ahora está sobrevalorado. De que no tenemos prisa en hacer las cosas pero sí en que las hagan. De que no sabemos qué queremos ser exactamente pero tenemos muy claro lo que no queremos ser. De que te has cansado de jugar. De que lo que para ti ha sido un “todo” para él ha sido un “nada”. De la diferencia entre “es una más” y “es ella”. De que no valoramos lo que un día tuvimos hasta que reconocemos que lo hemos perdido. De que tendríamos que espabilar. De que hay veces que es necesario reaccionar a tiempo, porque todo lo que tardes es tiempo perdido.


 De que las mejores historias están  por contar, las mejores canciones están por escribir y los mejores besos están por dar. De que cada historia tiene diferentes puntos de vista y ni el tuyo ni el mío es el verdadero. De que los mejores amigos son para siempre y quien diga lo contrario no sabe lo que es un mejor amigo. De que vale mucho más una copa en buena compañía  en un antro que un copazo decorado por un diseñador de interiores con un completo desconocido.


 De que los mejores tiempos son los que nos han tocado vivir. De que los mejores besos no son premeditados y de que los mejores consejos no se dan sobrio. De que es mejor solo que mal acompañado. De que París siempre será París. De que “nosotros” nunca existió. De que siempre fuimos “tu” y “yo”. De que los “te quiero” no se predican a los cuatro vientos y de que los mejores detalles no son materiales. De que el tiempo pasa y el mundo estaba antes que tu. De que tienes que hacer algo. De que tienes que hacerlo ya. De que, por mucho que lo niegues,eres así y nada podrá cambiarte. 


viernes, 7 de marzo de 2014

La Energía que mueve el mundo


Prisas, carreras para llegar a clase, semáforos en rojo que hacen que nos desesperemos, minutos que se nos hacen interminables. Estamos constantemente en un movimiento frenético, en un bucle interminable de prisas y maratones por la ciudad. 


Somos impacientes. Por naturaleza, porque sí. Porque nos gusta saber si hay algo a la primera de cambio, porque no nos gusta que las cosas lleven su tiempo, porque lo queremos todo y lo queremos ya. Porque el todo o nada pasa a ser un ahora o nunca. Porque el “mañana hablamos” deja de tener sentido cuando no es un “ahora”. Porque tenemos prisa. Vivimos con prisa. No sabemos esperar. No tenemos en cuenta que las mejores cosas pasan cuando sabemos relajarnos y mantener la calma, cuando las cosas se toman su tiempo para que ocurran, cuando no es un “aquí te pillo, aquí te mato”. Porque no nos damos cuenta de que el mundo no se hizo en un día, de que puede que un Ford se haga en 13 horas, pero un Rolls-Royce necesite 6 meses, de que la vida es de los que saben esperar.


Pero esperar no significa no hacer nada, significa vivir con paciencia pero vivir. Significa salir de tu casa con una sonrisa enorme con el único propósito de comerte el mundo, significa pensar en positivo constantemente, significa ser feliz con lo que haces y no depender de nadie. Porque la vida no es de la suerte, ni siquiera de la buena suerte. La vida es de las oportunidades y de nuestra elección. Todo es una cuestión de tiempo. Porque al final todo llega cuando tiene que llegar.


 Puede que te equivoques en muchas decisiones que tomes en tu vida, puede que pienses que son las correctas en un principio pero más adelante te despiertas y te das cuenta de que no. Pero equivocarse es de humanos y rectificar es de sabios. Lo mejor de los errores no es el hecho de equivocarse y ser capaz de rectificar. Lo mejor es sacar todo lo bueno de ellos, lo que te han enseñado, las nuevas amistades, los nuevos sentimientos, los nuevos pensamientos. Es saber que el hecho de equivocarse no conlleva a fracasar, es saber que vivir sin prisa no significa vivir sin pausa, es saber que puede haber piedras en tu camino con las que te encante tropezar. Pero en algún momento tendrás que superarlas. En algún momento tendrás que tirarlas al mar.


No puede ser que nuestro pasado sea un lastre. Tiene que ser una lección de vida, un posible error cometido a sabiendas y del que no te arrepientes. Porque arrepentirse de las cosas insignificantes no te deja ver con claridad lo que de verdad importa. Porque tienes que darte cuenta de que siempre va a haber gente que esté ahí, sabiendo quién eres. Porque llega un momento en la vida en el que pones las cosas en una balanza y decides tirar ciertas cosas desde un séptimo piso para que nunca más vuelva a pesarte. Tíralas. Pero nunca olvides por qué las tiraste. Nunca olvides por qué te pesaban tanto.



Párate a pensar en esas personas que te ayudaron a tirar esas cosas por la ventana, piensa en cada palabra, en cada gesto, en cada mirada. Piensa en las sonrisas, en el apoyo y en la lección que has aprendido. Recuerda que nunca es tarde para sonreír teniendo a gente que te ayuda a soltar el lastre que te sobra. Porque no somos tu y yo la energía que mueve el mundo, no. No somos nosotros. Pero si ellas, esas amigas que están incondicionalmente a tu lado, fallo tras fallo, error tras error, lágrima tras lágrima. Ellas sí son la verdadera energía que mueve el mundo.


" Everything will be all right in the end... if it's not all right then it's not yet the end"

sábado, 1 de marzo de 2014

El Credo de los valientes

Llámalo casualidad, llámalo destino, azar. Llámalo como lo quieras llamar. Pero sabes que crees en él, sabes que está ahí para bien o para mal. Sabes que te persigue, que hace que tengas encuentros inesperados, choques confusos, miradas furtivas. Hace que te sientas libre y a la vez atado.


 Destino. Yo prefiero llamarlo así. Las cosas pasan por algo, eso está claro, de eso no hay duda. El destino es misterioso, es impaciente, es simplemente perfecto. Hay diferentes clases de destinos, diferentes personas en tu destino pero creo firmemente en que cada persona que pasa por tu vida no es por pura casualidad.Creo en el vaso medio lleno que más de la mitad del mundo ve medio vacío, creo en que el último trago sabe mejor si te lo tomas en buena compañía, creo en que los zapatos de un hombre dicen mucho de él y que la sonrisa de una mujer es capaz de deshacer todos los esquemas de un hombre. 


Creo en que los besos son mejores si son sinceros, si son destinados, si no son premeditados. Creo en las noches que no se planean. Pero a veces me pregunto, ¿creo en el destino?. Creo que una prenda en el armario de una mujer dice mucho más de lo que te puedas llegar a imaginar. Creo en las sonrisas sinceras, los besos apasionados y los amores verdaderos. Creo en las coincidencias y en los momentos inesperados. Creo en que todo es mejor si tienes alguien con quien compartirlo.



 Creo en que el esfuerzo da sus frutos y en que quien no se esfuerza no tiene mérito. Creo en cualquier cosa por san Valentín o cualquier otro día del año, en las miradas penetrantes y en las risas incontenibles. Creo en las mejores amigas, en los que te sacan una sonrisa cada minuto del día y en los que hacen que seas feliz. Creo que no existe la suerte pero sí la buena suerte, y esa hay que buscarla y encontrarla. Creo en la emoción de unos zapatos nuevos.



 Creo en el que cree y en el que no cree nada de esto. Creo en ti. Creo en mí. Creo en que algún día me creerás pero yo ya no. Creo en mis amigas. Por eso te digo: cree en algo que te haga ser feliz, cree en algo que sientas de verdad, Cree en la vida y cree en ti mismo. 


"No vivas para que tu presencia se note, sino para que tu ausencia se sienta" -Bob Marley

domingo, 23 de febrero de 2014

Las cosas de la vida

Complicarnos, eso es lo que más nos gusta. Vivimos por y para ello. Es ley de vida. ¿A quién no le gusta complicarse la vida y después quejarse de lo complicada que se ha vuelto? ¿A quién no le gusta lo complicado? En el fondo somos masoquistas, somos como guerreros a los que le gusta la guerra, somos como gomas a las que les encantan que las estiren hasta el límite.


 Y luego nos quejamos. Nos quejamos de las heridas, de los bombardeos, de las batallas perdidas. Nos quejamos de las miradas, de los roces, de las sonrisas. Somos así. Y nos gusta. Te gusta, reconócelo.Queremos que los chicos nos lo pongan difícil, pero claro, si tenemos que esforzarnos mucho, nos enfadamos y lloramos. Y a los chicos les encanta que se lo pongamos difícil; pero cuanto más difícil, más se piensan que no estamos interesadas. ¿Conclusión? Pues no lo sé. No llego a ninguna coherente. Me faltan todas las respuestas para mis preguntas. Puede que sean demasiadas. Puede que algún día las encontremos, o  puede que no.


 Mi pregunta es: ¿tanto nos cuesta querer lo sencillo? Esta pregunta es fácil. Esta pregunta nos lleva a gritos una clara respuesta: Sí. Nos cuesta. No es que nos cueste, es que no queremos otra cosa. Porque, ¿quién no ha ido a una discoteca deseando con todas sus fuerzas ver a una persona X y cuando le ve se enfada/llora/se deprime? ¿Quién no ha ido a clase pensando en ver a ese X y en el momento de entrar por la puerta siente que es retrasado? ¿Quién se entera de que X está en un bar cualquiera, pongamos La Sureña, y no va corriendo a convencer a su séquito de amigas para tomar unas cañas en ese mismo sitio ese día porque justo ese día hay muy buen ambiente? ¿Quién no se encuentra a X por la calle un día cualquiera y ni siquiera levanta la vista?



 Que alguien me lo explique. Que alguien me explique por qué nos empeñamos en hacernos la vida cada vez más complicada. Yo creo que aún nos la complicamos más cuando ambos saben lo que sienten el uno por el otro. Lo típico: chico conoce chica de vacaciones; chico se enamora de chica pero no se lo dice, chica se enamora de chico pero no se lo cuenta; chica y chico se ven todos los días, se miran todos los días, se “matan” todos los días. 



Pongamos que una amiga mía está en esa situación. Ella pensaría: claro, si pasa de mi pero me mira pueden ser tres cosas: la primera de ellas que todas las amigas descartamos por descontado cuando nos pide consejo: pasa de ti. La segunda: está enamorado de ti pero es vergonzoso. La tercera: igual te lo está poniendo tan difícil porque le encantas. ¿Cuál es la respuesta correcta? Premio de un millón de euros a quien consiga responder.Creo que nadie tendrá nunca la respuesta de por qué nos gusta complicarnos la vida, por qué nos gusta sufrir, por qué nos fijamos en personas que no nos quieren (o sí) e ignoramos a quien nos adora, por qué no damos una respuesta clara, simple y concisa. Nos gusta hacernos los difíciles y que nos lo pongan difícil porque ahí es cuando alguien demuestra que merece la pena. O eso creemos.



 Mientras tanto seguiremos disfrutando con lo complicado, porque nos hemos propuesto sufrir tanto que queremos hacer posible lo imposible, porque nos gusta ser mártires de nuestros sentimientos, porque nos gusta tener alguna preocupación en la vida. Como si ya de por sí no hubiera pocas. Como si todo fuera fácil. Como si no hubiera cosas más importantes. En fin, ya sabéis, cosas de la vida. 


"Si vives cada día de tu vida como si fuera el último, algún día realmente tendrás razón" Steve Jobs

miércoles, 19 de febrero de 2014

Canciones


Cada canción favorita es una historia sin contar, cada suspiro es un pensamiento perdido en la memoria, cada mirada es un pozo sin fondo en el que te puedes ver reflejado.



 Puede que alguien intente hacerte daño, de hecho tú lo intentaste. Lo conseguiste, para qué mentir. Lo hiciste. Un socavón enorme, una herida tan profunda que todavía no ha cicatrizado. Pero las heridas se curan, cicatrizan, se olvida que las tuviste. Pero solo se olvidan si las dejas cicatrizar solas. Cuanto más intentes que se curen, más despacio lo harán.
Todo necesita su tiempo, o eso dicen: “el tiempo todo lo cura”. Pero, ¿lo cura de verdad o simplemente lo tapa? Hay personas que son muy difíciles de tapar, son muy difíciles de “cicatrizar”, de olvidar, de perdonar. Puede que en el futuro nos encontremos, puede que seas feliz y puede que yo también. La verdad es que puede pasar cualquier cosa. Puede que te acuerdes de quien eras. Quizá no.


 Hay algo que siempre nos recordará a las personas a las que hemos querido: las canciones. Una canción es como una historia, como un amor de verano, como un roce fugaz pero intenso,  como un beso. Una canción te dice todo lo que te gusta, lo que no te gusta, lo que sientes y lo que no puedes sentir. Y por eso, hay canciones que se nos graban a fuego en la memoria, que nos recuerdan momentos álgidos y sin fundamento, o puede que con demasiado. Puede que entonces las canciones nos enseñen a recordar y a la vez a perdonar. A olvidar. Es verdad, el tiempo todo lo cura pero a su manera. No podemos pretender olvidar ciertos sentimientos que afloran en nuestra piel como si se pudieran borrar con una goma de borrar. Ni siquiera se puede borrar todo.



 Hay miradas que son inolvidables. Hay besos que desearías que fueran eternos y por eso los recuerdas. Para que lo sean. Mi pregunta es, ¿y si dentro de dos años me encuentro contigo, mi cicatriz se reabrirá? O si duele, podría pensar que no se había cerrado, que seguía abierta y que tu eres como el alcohol que nunca dejará que se cierre.



 Por eso te lo pido, vete. Deja que se cierre. Ya la has hecho demasiado profunda como para no dejar que cicatrice. No necesito que me queme cada vez que te vea. Por eso, vete. Por eso, no vuelvas. Por eso, te olvidaré, pero ya sabes, a mi manera. 




"Siempre hay que saber cuándo una etapa llega a su fin. Cerrando ciclos, cerrando puertas, terminando capítulos; no importa el nombre que le demos, lo que importa es dejar en el pasado los momentos de la vida que ya se han acabado"- Paulo Coelho


domingo, 16 de febrero de 2014

A veces

"A veces". Esa expresión que nos recuerda que un “siempre” no es eterno, que un “nunca” puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos, y que un “quizás” solo significa “si”.



 “A veces” es esa expresión que utilizamos cuando estamos deprimidos, cuando estamos enamorados, o cuando estamos enfadados. A veces estamos de capa caída, y pensando por qué, nos damos cuenta de que tenemos demasiados agujeros de bala que no se pueden cerrar en nuestras almas, demasiadas palabras nunca dichas, demasiado silencio, demasiadas esperanzas. Ese “a veces” que se torna en un hasta nunca, en un adiós, en nostalgia.


 Viendo fotos del pasado pienso en la gente que habrá pisado la misma calle que yo, la gente que se habrá sentado en la misma silla, la gente que habrá pensado en el “a veces”. De todas formas esa frase es muy subjetiva, a veces salen las palabras y otras no. 



“Ahora sé que la guerra durará más que tú” según Leiva, y tu duraste varios años entre idas y venidas, entre subidas y bajadas, entre sonrisas y lágrimas. En todo ese tiempo a veces me preguntaba por el “¿y si…?”, ese “¿y si…?” que nunca llegó, que esperé y esperé hasta que me cansé. Hasta que me di cuenta de lo que era. Hasta que eso de vernos “a veces” solo era eso: vernos “ a veces”. Un juego que se te daba muy bien, no lo voy a negar. Pero el día que te  canses de jugar será tarde, el día que te canses de jugar yo no estaré, básicamente porque a veces ya no estoy. La gracia de todo esto es que vuelvo aunque no me llames, aunque no me lo pidas, aunque no sepas si estoy bien, mal o ya no estoy. Y vuelvo porque a veces pienso que te quiero mientras otras veces pienso que no. A veces pienso en ti y otras no. A veces pienso que no significaré nada para ti nunca porque si no he sido nada en todo este tiempo, no sé por qué lo tendría que ser cuando te des cuenta.


 Puede que te des cuenta o puede que sigas jugando toda tu vida. A mí eso ya me da igual. Yo solo sé lo que voy a hacer yo. Voy a marcharme, no sabrás de mí tan fácilmente, no estaré cuando tú me llames, no tendré nada que ver contigo.

 No me eches la culpa a mi si algún día te das cuenta, no me dejes a mí de mala, porque acuérdate de que fuiste tú el que decidió fumarse todo, el que dijo que esto no era lo que buscaba, el que siguió jugando hasta que se cansó. Puede que encuentres a alguien que te quiera más que yo, incluso puedes llegar a enamorarte tú, aunque a mí me dijeras que era muy difícil que tú te enamoraras. Incluso puede que cuando veas que ya no estoy, que esta vez me he ido de verdad, te duela un poco; que sientas algo en tu corazoncito, que la gente dice que es de piedra pero que yo sé que tienes. Puede entonces que un “a veces” se convierta en un “nunca”. 

"Las cosas más importantes son siempre las más difíciles de contar" -  Un invierno en la playa