lunes, 5 de enero de 2015

Lo que me contaste mientras me hacía la dormida



Dormida. Así estaba cuando entraste sigilosamente en mi sueño, como si pertenecieras a ese lugar, como si tú lo hubieras creado, como si tú también estuvieras de verdad. Te pedí que me olvidaras en la vida real hace un par de meses. No me puedo quejar, así lo hiciste. Yo pensaba que estaba contenta con eso, que era lo que de verdad quería. Hoy me he dado cuenta de que no. Desde hace 8 sueños sé que no. No entiendo por qué irrumpes en mi cabeza, descontrolas mis constantes vitales y haces que suba mi tensión cada vez que apareces. Hasta en sueños. Me pregunto si el dicho “si sueñas con alguien es porque pensó en ti antes de dormir” será cierto. No creo.


El problema de todo esto no es que haya soñado contigo después de verte una noche, no. El problema es que cuando estás en mi cabeza, y yo dormida, no quiero que sea mentira, no quiero que sea algo que se vaya a esfumar cuando yo me despierte, no quiero que te vayas. Y si me desvelo y me despierto, cierro los ojos de nuevo muy fuerte solo para eso, ya ves que tonta, solo para volver a verte.

                                          


Y cuando estamos juntos otra vez, en mi sueño, pienso inconscientemente que igual no es solo mi sueño sino que es nuestro sueño, que igual tú estás soñando lo mismo, o bueno, eso es lo que quiero pensar supongo.

                                          

De lo que estoy totalmente segura es de la sensación tan extraña que tengo cuando estoy contigo en mi sueño, parece que sabes lo que haces, como si de verdad estuvieras ahí, como si  fuera un mundo paralelo que nos hemos inventado, tú y yo, los dos. En la realidad no podemos ni vernos por una serie de circunstancias. Igual en nuestro mundo sí. Igual no se acaba nunca. O, bueno, igual eso es lo que quiero.